viernes, 30 de octubre de 2009

Día de Muertos en México



     En México tenemos la creencia de que cuando alguien muere su alma sale del cuerpo, sigue "viviendo" y el 2 de noviembre, llamado Día de Muertos, regresa al que fuera su hogar para visitar a sus familiares. Durante esa visita los familiares sienten presentes a sus difuntos, y con la hospitalidad que caracteriza a los mexicanos, tratan de complacerlos con la comida, bebida y objetos que en vida fueran sus favoritos.
     
     Una costumbre es ir al panteón donde se encuntra la tumba del familiar o amigo difunto y llevar comida, bebida y hasta música en vivo para "convivir" con el espíritu de quién en vida fuera tan importante y que nunca dejará de serlo aunque físicamente ya no esté con ellos. Esta celebración no es para nada algo triste, es toda una festividad, alegre y respetuosa que la gente disfruta y que les hace sentirse cerca de sus seres queridos que se adelantaron hacia la morada eterna.

     Otra tradición muy importante en ese día son los altares u ofrendas,que varían de acuerdo a la región de la que se trate pero que en escencia son lo mismo pues tienen el mismo fin: atraer a los espíritus que ese día regresan, para obsequiarles con todo cariño los alimentos y objetos que en vida prefirieron y así hacer que durante su breve regreso vuelvan a gozar de ellos.

     Las ofrendas tienen presentes los cuatro elementos de la naturaleza:

               - Agua: para calmar la sed después del largo recorrido.
               - Aire: representado por el papel picado, que es ligero y se mueve fácil con el viento.
               - Tierra: que se representa mediante los frutos.
               - Fuego: que se hace presente mediante las veladoras. Se pone una por cada alma recordada y una por las almas olvidadas.

     Además de eso debe ponerse sal que purifica, flores de cempasúchitl para indicar el camino hacia el altar, copal para guiar a las ánimas a través del olfato.




     También se acostumbra poner galletas (en especial tlaxcales, al menos en Morelos), mole, calabaza en dulce, tamales, dulces (la mayoría de las veces calaveritas de azúcar), el tradicional pan de muerto, y también tequila o la bebida favorita del difunto, cigarros si en vida gustaba de fumar y  la foto del o los difuntos a los que va dedicado el altar.

     La ofrenda o altar puede ser pequeña o de gran tamaño dependiendo el espacio en el que se ubique y la cantidad de cosas que se quieran obsequiar. Pero independientemente del tamaño que tenga, lo importante es ofrecer con mucho cariño algo especial a las almas que en ese día nos visitan y convivir en familia durante la preparación y celebración.




     Una tradición que combina la hospitalidad y la alegría de los mexicanos con creencias religiosas y costumbres prehispánicas. Y que en algunos lugares del país es todo un ritual.

     Sin duda una tradición que debe conservarse, transmitirse de generación en generación y darse a conocer a lo ancho y largo de nuestro planeta.